lunes, 17 de agosto de 2009

PROPÓSITO DE ESTUDIO

Dentro de la anterior definición operativa de lo que es la Psicología Positiva se haya inmerso el propósito de nuestro estudio: lo que nosotros intentaremos es analizar los rasgos de los individuos, y sus habilidades, sus facetas positivas, todo aquello que les ayuda a ser felices o alcanzar el éxito en aquello que emprenden… y posteriormente, trataremos de ubicar todo lo que se ha dicho hasta ahora sobre cómo alcanzar la felicidad en una institución que intentamos sea positiva: la Empresa Humanizada, para ver cómo ambos dentro de esta díada: individuo – institución pueden contribuir a alcanzar este estado que buscamos: la felicidad.

Ya desde un nivel biológico en un principio debemos de ser capaces de “conocer” de alguna manera qué es aquello a lo que llamamos felicidad. Sino no podremos comprender de manera adecuada qué es lo que nos hace lograr ese estado al cuál denominamos felicidad. Nuestro sistema nervioso y nuestro sistema cognitivo han de ser capaces de trazar mapas sensoriales dirigidos a orientar la conducta adaptativa. Como animales hemos de ser capaces de habituarnos al medio en el que vivimos. De tal forma que “nuestra conducta sería, pues, ya no un mero resultado de la evolución, sino motor también de esta última.” (Piaget, 1976). Con esto queremos dar a entender que nuestro mayor deseo es dar una idea distinta de lo que generalmente pueda entenderse como felicidad, ya que nuestro comportamiento para lograrla es una pieza clave dentro de todo el complejo mundo que envuelve a la felicidad.

Dentro de la felicidad algunos hablan de la importancia de la educación para poder lograrla o acceder a ella. Educar debemos entenderlo como comunicar conocimientos y promover actitudes: informar y formar. La felicidad algunos la identifican con la búsqueda de algo que se proyecta hacia el futuro; es el deseo de alcanzar algo o mantenerlo. La felicidad, o la búsqueda de esta, es algo que está arraigado en nuestro interior de una forma tan básica, animal e instintiva como lo está el deseo, sin embargo se diferencia de este en que gracias al conocimiento puede, y debe, convertirse en una actividad inteligente que se proyecte hacia objetivos verdaderamente dignos o inteligentes. Educar puede entenderse como dotar a la persona de las capacidades y el conocimiento necesarios para que sea capaz de escoger ese objeto de su deseo de manera inteligente. “La administración inteligente del deseo es propia de los que tienen una visión larga y panorámica de la realidad”. (Rojas, 2005). De una forma inteligente, adulta y madura debemos de tratar de conseguir cambiar ese deseo más primitivo en algo más elaborado, debemos por tanto hablar de motivación, y de voluntad. Intentaremos informarnos acerca de lo que entendemos como felicidad, y una vez tengamos más claro lo que es, cómo se puede conseguir, dónde podemos encontrarla…trataremos de desear esa idea que nos habremos forjado de la felicidad de manera más precisa, sabremos qué es lo que debe motivarnos y hacia qué debemos dirigir nuestros esfuerzos y nuestra voluntad. Esta idea se fundamenta en una anterior del filósofo Epicureo, que nos habla de que “debemos meditar sobre lo que nos da la felicidad, ya que si tenemos esta, lo tenemos todo. Y si no la tenemos, todas nuestras energías se dirigirán a tratar de obtenerla”.

No nos podemos conformar ya simplemente con desear las cosas de una manera primitiva, sino que hay que avanzar un poco más hasta ser capaces de desear unas cosas concretas y precisas, unas cosas que sean inteligentes, es decir que al hacer la elección de aquello que debemos desear sea posible el basarnos en juicios bien elaborados, hay que analizar qué es lo que queremos, cómo podemos lograrlo, qué recursos poseemos, y con que obstáculos tendremos que enfrentarnos, y una vez que tengamos una idea más o menos clara, precisa o definida de aquello que puede hacernos felices, debemos contar con una voluntad férrea para poder embarcarnos en la ardua tarea de conseguirlo.

A veces esta consecución de las cosas que deseamos, de aquellas cosas que pensamos que pueden hacernos alcanzar la felicidad, dependerá más de uno mismo, otras dependerá más de las circunstancias en las que nos vemos inmersos, nosotros trataremos de realizar este doble esfuerzo: el comprender qué es lo que a una persona le puede hacer feliz en su lugar de trabajo, en las circunstancias de este, y ver cómo podemos motivarla para poder intentar conseguir esta felicidad o satisfacción dentro de este escenario, e intentar explicarle esto a las personas, para que además entiendan como esta felicidad o satisfacción que alcancen en su lugar de trabajo puede extenderse hasta inundar todos los demás campos de su existencia como individuos.

Un antiguo proverbio chino dice que la felicidad consiste en “alguien a quien amar, algo que hacer y algo que esperar”. De alguna manera nosotros vamos a centrarnos en ese “algo que hacer” dentro del ámbito laboral, de la empresa en la que el individuo trabaja.

Es común encontrar la idea de que el mundo se ha desarrollado lo suficientemente como para que hoy en día todos pudiéramos vivir en él de manera cómoda, de tal forma que somos capaces de producir suficiente riqueza como para poder abastecernos todos, pero la causa de que esto no ocurra es que aunque la ciencia se ha desarrollado de manera muy efectiva y rápida en el plano de la productividad o de la tecnología, no lo ha hecho de igual medida en el plano de las humanidades, ahora, poco a poco se va notando un mayor interés en los avances humanísticos, la calidad de vida empieza a ser considerada algo importante; una vez que somos capaces de tener todo lo que necesitamos es necesario avanzar en el campo de las humanidades, crear una conciencia social partiendo del interior de los individuos, “pensando que si transformamos la sociedad con su estructura económica, si la humanizamos, el ser humano cambiará” Los resultados de estos esfuerzos no han logrado alcanzar la magnitud necesaria para que el cambio sea evidente. El cambio no se puede llevar a cabo transformando el exterior: es necesario modificar el interior, es decir, efectuar un cambio en nosotros mismos

Actualmente existe bastante inquietud sobre el tema de la felicidad, se han escrito en los últimos años innumerables libros con respecto a esa cuestión, y más recientemente aún también se ha centrado este descubrimiento de la felicidad en el mundo de la actividad profesional.

Kets de Vries es uno de los investigadores que se ha interesado por la felicidad en el lugar de trabajo, al trata de relacionar la economía y dirección de empresas con la psicología: basándose en que en la mayoría de los discursos de graduación que dan los líderes del INSEAD (la mejor escuela de Dirección de Empresas a nivel mundial, según el Financial Times) están relacionados con la felicidad. Según él “el conocimiento de uno mismo y la búsqueda de la felicidad están unidos intrínsecamente, y en ausencia de lo primero, la segunda está destinada al fracaso” ( Kets de Vries, 2004).

Tratamos de encontrar los elementos de una Empresa Humanizada, teniendo en cuenta que buscamos la felicidad en el escenario de la empresa: de un individuo en relación con su actividad laboral, de un individuo en relación con otros individuos, y de un individuo en relación con él mismo.

En realidad la felicidad no es algo que se alcance a nivel individual, el hombre es un animal social, desde su más inmediato comienzo en la vida está rodeado de otros, más aún, su existencia se haría imposible sin esos otros. Es por eso que no nos vale con analizar la felicidad solamente como un estado interior, sino que también hay que tener en cuenta la perspectiva dentro de la dinámica social. Las conductas individuales generan conductas sociales. Dentro de la sociedad la actividad profesional es la que ocupa la mayor parte de nuestras vidas. Así trataremos de estudiar la felicidad no sólo en el interior del individuo, sino también dentro de los rasgos sociales específicos que se dan en el entorno laboral.

Ya se veía la importancia de todo esto en lo que estamos haciendo hincapié en el VIII Congreso de la Asociación Europea de Dirección de Personal (1977): “Hoy en día ya no resulta posible situar la reflexión sobre la humanización del trabajo en el cuadro de una concepción restringida, es decir, la conservación de la integridad física, intelectual y psicológica de los trabajadores. Es necesario ir más allá y situar el objetivo dentro de una visión amplia, más ambiciosa y, por lo tanto, más peligrosa: hay que hacer del trabajo de cada uno no sólo el medio de ganarse la vida, sino más aún, de hacer que ésta se realice a través del dominio de la obra, de la participación efectiva de los trabajadores en la vida económica, y por último, de hacer una definición nueva del trabajo, actividad social por excelencia”.

Esta tendencia es algo que está nuevamente en un momento de gran importancia emergente que se puede vislumbrar con gran claridad, como ejemplo esclarecedor podemos ver como se ha desarrollado la labor literaria de alguien de tan singulares características como es el Dalai Lama, que publico en 1998 el libro “El arte de la felicidad. Manual para la vida” y en el 2004 publica “El arte de la felicidad en el trabajo”. En este último libro se vuelven a vislumbrar las directrices que sería deseable que tomaran en un futuro no muy lejano las organizaciones laborales: “En el entorno laboral de hoy en día suele ocurrir que sólo importa la producción, la productividad: se trata de producir, producir y producir. Puede que esto esté cambiando lentamente, que haya cada vez más empresas preocupadas por crear un ambiente más humano, pero en muchos casos resulta que a la organización no le importa el bienestar personal, el estado de ánimo o la satisfacción de los empleados; tan sólo le interesa lo básico: obtener mayores beneficios y mantener alto el precio de las acciones de la empresa. Y esta actitud crea las condiciones propicias para toda clase de desigualdades, injusticias, estrés para los empleados, etc. A la vista de todo ello, ¿cómo vamos a mantener una sensación de calma y satisfacción interior en un medio que se concentra exclusivamente en la productividad y los beneficios?.” (Dalai Lama, 2004).

Las directrices que ha tomado esta corriente nos llevan a vislumbrar una nueva forma de empresa, en la que no se busca tan sólo la realización de una determinada actividad profesional, sino que también se tiene en cuenta al individuo que trabaja en la empresa, las personas deben encontrar un propósito en la empresa en la que trabajan, tienen que conseguir alcanzar una sensación de integridad dentro de ella. Debemos intentar crear empresas en las que “ las personas deben percibirse a ellas mismas como completas y vivas, tengan la oportunidad de aprender y de crecer, y crean que pueden marcar una diferencia… la creación de esta clase de organizaciones contribuirá a la existencia de una sociedad mejor.” “Hay que crear las “organizaciones autentizóticas”. El objetivo de esta clase de organizaciones queda reflejado en dos palabras griegas: authenteekos y zoteekos, en que está basada esta denominación. La primera transmite la idea de que la organización es auténtica. Como etiqueta de un lugar de trabajo la autenticidad implica que una empresa tiene una cualidad conectiva o conjuntiva apremiante para sus empleados, en su visión, misión, cultura y estructura. En otras palabras, crea significado para las personas que trabajan allí. El segundo término, zoteekos, significa “vital para la vida.” En el contexto de las organizaciones, describe la manera en que las personas se sienten vigorizadas por su trabajo. Es de aplicación para las empresas que permiten una autoaseveración en el lugar de trabajo y producen una sensación de eficacia y competencia, autonomía, iniciativa, creatividad, capacidad emprendedora e industriosidad; organizaciones en las que la gente acostumbra a ser feliz.” (Kets de Vries, 2004)

En España también han a parecido diversos libros que tratan, de manera más o menos directa, la misma idea de la necesidad de adaptar la empresa a una forma de ser más humana, no sólo centrada en la producción. Podemos citar al respecto el libro “Dividendos para el alma” de Ramiro Calle, Marcos Fernandez Fermoselle y Joaquín Tamames (2005), en el que tres personas de ambientes distintos: un experto en yoga, un empresario y un ejecutivo, hablan sobre la necesidad de pasar de un modelo de empresa basado en la eficacia y la competitividad, de manera agresiva, a “un trabajo como fuente de satisfacción y un espacio para el desarrollo social y, por qué no, espiritual.” Más recientemente Joan y David Elías explican en su libro “En busca del Lovework” (2006) una teoría que nos ayudará a aunar las ideas de trabajo y felicidad, de tal forma que se intenta construir un modelo de empresa que nos ayude a establecer una relación con nuestro trabajo que nos resulte motivadora.

Incluso dentro del estudio de la PNL (Programación Neurolinguística), José Mª Acosta (2005) nos habla de la gestión del tiempo, y de cómo esto es un requisito indispensable para alcanzar el éxito, que él asimila a la felicidad.